Cuando uno pasa los primeros años de su infancia, a orillas de la ria de un pequeño pueblo pesquero, está forjando sin darse cuenta una relación simbiotica entre la persona y el agua. Somos agua en una gran proporción y si vivimos cerca del agua, si el aroma del agua salada inunda nuestros sentidos desde tan temprana edad, es casi imposible abstraerse de esa relación que nos acompaña toda la vida, hasta el punto de no sentirse muy cómodo cuando se aleja uno del mar.
Recuerdo con añoranza, las primeras enseñanzas de mi abuelo, para poder ser auto suficientes dentro de un bote de remos. En aquella época, "El bote", se convertía cada día de verano en nuestro transbordador espacial, con el que podíamos desplazarnos a cualquier lugar de nuestro pequeño universo y en el que vivíamos cada día, las mas intensas aventuras, las regatas mas reñidas y las escapadas mas largas... Ignoraba en aquel momento que aquel comportamiento y aquel aprendizaje, definiría muchas de las aficiones que hoy en día tengo, y que me han convertido en gran medida en la persona que soy.
Aquellas primeras paladas con nuestro pesados remos, y la relación con el entorno ha permanecido latente durante muchos años, hasta que gracias a mi hijo, y a su incursión en el mundo del remo, me ha devuelto a esa realidad que desapareció al cambiar de entorno, de compañías y de forma de vida, para volver a reencontrarme con las sensaciones vividas cuando era niño, cuando empezada a tener uso de razón y que no había disfrutado ni en la adolescencia ni en la juventud.
Parece que como en toda relación cósmica, el circulo que se inició con las sabias enseñanzas de mi abuelo, han vuelto a aflorar, gracias a las incipientes paladas que mi hijo comenzó a dar en aguas de otro río diferente, pero con el mismo olor, y con las mismas sensaciones que yo disfruté cuando niño. Ese circulo que un curtido hombre de mar abrió hace tantos años lo cierra hoy mi hijo, ayudándome a continuar con el aprendizaje que las circunstancias de la vida me obligaron a dejar y que ahora que soy mas consciente de todo lo que vivo se me antoja que nunca debí de abandonar.
Hoy continúo con mi afición, disfruto de mis esfuerzos, sufro con mis limitaciones pero me siento satisfecho de lo que hago y doy gracias todos los días por las amistades, las vivencias, las satisfacciones y los resultados de lo que el remo y el trabajo que realizo al rededor del remo, me están proporcionando.
Espero que muchos de los que leáis estas líneas, entendáis cuanto me ha dado a mi el agua, el remo, y el entorno en el que todo esto se ha ido produciendo y deseo que cuando esteis remando, y sintáis deslizar vuestro vote sobre el agua, podáis sentir la paz y la satisfacción que yo siento...
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